En este episodio, Juan Pablo Raba, en colaboración con Celia, aborda el tema de la salud mental desde una perspectiva personal e íntima. Raba nos invita a acompañarlo en su recorrido por una crisis de mediana edad, desmitificando estigmas y brindando un espacio seguro para el diálogo y la reflexión. A través de entrevistas sinceras, este podcast busca ofrecer herramientas y consejos para mejorar el bienestar emocional, especialmente enfocado en la vulnerabilidad masculina.
Capítulos
La emotividad como fortaleza
El episodio resalta la importancia de reconocer las emociones como fuente de fortaleza y no de debilidad. A través de historias personales de Juan Pablo Raba y su invitado, David, se narran experiencias que muestran cómo la vulnerabilidad puede convertirse en una herramienta poderosa.
Una crianza atípica
La conversación gira en torno a la inusual crianza de David en un barco, lo que fomentó una mentalidad abierta y adaptabilidad. Sus padres inculcaron valores de independencia y curiosidad, habilidades que lo ayudaron a integrarse, aprender y afrontar cambios constantes en su infancia.
Resiliencia y manejo de conflictos
La vida en el mar enseñó a David y su familia a resolver conflictos rápidamente debido a la estrecha convivencia sin escapar de ellos. Esta experiencia les proporcionó un sentido de comunidad y adaptabilidad que es aplicable a cualquier ámbito de la vida.
Impacto de los momentos difíciles
El relato acerca de su hermana adoptada, quien padeció de SIDA, refleja la disposición familiar para enfrentar adversidades con amor y sin dejarse llevar por el miedo o el estigma social.
Crisis y salud mental
David comparte su propia experiencia con una crisis durante la pandemia, revelando cómo afectó su salud mental y física. Detalla las prácticas que adoptó, como la meditación, para recuperar el equilibrio y gestionar el impacto psicológico que tuvo la enfermedad.
Herramientas para la salud mental
El episodio concluye con una reflexión sobre las herramientas para mantener una buena salud mental: la meditación diaria, relaciones saludables, y vivir una vida llena de experiencias nuevas y emocionantes.
Conclusión
Aceptar la vulnerabilidad y buscar ayuda son pasos cruciales para mantener una buena salud mental. Este episodio no solo invita a los oyentes a explorar sus propias emociones, sino que también les ofrece recursos útiles para apoyarlos en este viaje hacia el bienestar emocional. La colaboración con Celia refuerza este mensaje, proporcionando un acceso fácil a profesionales en salud mental.
Menciones
- (Persona) Juan Pablo Raba
- (Org) Celia
- (Obra de arte) Mi Amigo el Pingüino
- (Concepto) salud mental
- (Persona) David
- (Lugar) Brasil
- (Lugar) Nueva Zelanda
- (Persona) Wilfredo Schurman
- (Persona) Eloisa Schurman
- (Lugar) Caribe
- (Lugar) Islas Marquesas
- (Persona) Catherine Ketch
- (Persona) Robert
- (Persona) Jean
- (Concepto) SIDA
Hola, soy Juan Pablo Raba y junto a Celia, plataforma líder en Latinoamérica para el cuidado de la salud mental y el bienestar emocional, te damos la bienvenida a Los Hombres Si Lloran. Este es un espacio seguro dedicado a explorar un tema crucial y a menudo pasado por alto, la salud mental, mientras rompemos con los estigmas y estereotipos que la rodean. Acompáñame en este viaje personal mientras yo navego por una crisis de mediana edad y comparto el impacto que ha tenido en mi bienestar emocional. Junto a Celia, cada miércoles traeremos conversaciones sinceras con amigos extraordinarios y entrevistas con expertos que nos ofrecerán consejos prácticos para profundizar en las complejidades de la salud mental y la importancia de levantar la mano y buscar ayuda. Los hombres si lloran, donde la vulnerabilidad es nuestra mayor fortaleza. Gracias por estar acá. Gracias por tomarte el tiempo de abrirte a estar en este espacio que se llama Los Hombres y Lloran. Nos conocimos hace muy poco tiempo, es la segunda vez que nos vemos. Y antes de eso, pues no sabía mucho de ti. Sabía de esta historia que estás estrenando en este momento en el cine que se llama Mi Amigo el Pingüino. Y sabía simplemente porque hace muchos años, como te dije, Sabía de esta historia que estás estrenando en este momento en el cine, que se llama Mi Amigo el Pingüino. Exacto. Y sabía simplemente porque hace muchos años, como te dije, la vi la historia en Instagram, ¿no? Como hombre se hace amigo del pingüino. Pingüino viaja, ¿cuánto era? ¿2,500 kilómetros? No, 8,000 kilómetros. 8,000 kilómetros para venir a visitar al hombre que lo rescató. Entonces me llamó mucho la atención porque al igual que tú, pues también somos de familia ambientalista, animalistas, ¿no? Entonces, pues claro, es una historia que me fascinó y tuvimos la fortuna y la gran suerte de conocerte y tenerte el otro día en la casa con un espacio de mi esposa, de Mónica. Entonces, gracias porque sé que tienes, no tienes mucho tiempo y tienes mucho que hacer. Estás en pleno estreno por todas partes. Empezaremos a hablar seguramente de esto, de la película de tu trabajo, pero la principal razón por la que te pedí que vinieras es porque tienes una crianza muy peculiar, sumamente interesante y que estoy seguro que una crianza como la que tuviste, tiene que haber tenido muchos retos a nivel mental y emocional. Y aquí va. ¿Tú creciste en un barco? Sí. Bueno, primero, gracias. Un placer estar aquí para hablar contigo y compartir un poco, no solo del trabajo, de la vida, pero un poco de esta manera peculiar que fui creado. Exactamente. Es muy diferente. No sabía hasta que salí del velero con 16 años, que era algo peculiar y algo distinto. Pensaba que todos vivían así. Y ahí fui a descubrir y fue completamente un shock. Y ahí fui a descubrir y fue completamente un shock, de volver a una sociedad y a la gente de la forma que vive y adaptarse a eso. ¿Cuándo subiste a un barco y por qué? Bueno, yo subí cuando tenía 10 años. Mi padre y mi madre se enamoraron de navegar con 25 años, el año que yo nací. Y una vez que se enamoraron de navegar, de velero, dijeron, vamos a dar un giro en el mundo y mostrar el mundo para nuestros hijos para que amplíen sus horizontes y su vida, su cultura y todo eso en un velero. Cuando David, yo cuando hiciera 10 años. Entonces planearon la vida por 10 años para salir a navegar con los tres hijos. O sea, ellos ya sabían, cuando tú naciste, ya sabían que lo querían hacer. Fue el año que nací. Yo, después de ocho meses que estaba en el pecho de mi madre, cuando mi madre dijo ya terminó ahora, mi abuela le dio dos billetes para mi padre y mi madre. Mi abuela vivía en Nueva York. Ellos no tenían mucha plata, estaban empezando la vida con dos hijos. Le dio un billete para ir hasta San Tomás en Caribe para que ellos pudieran reconectar como pareja, sin los hijos. Ah, wow. Mi abuela era muy sabia, muy sabia. Eso en el 74, que no se hacía eso. En el 74. 74. Espectacular. Y ahí ellos fueron en la isla y un día vieron un velero pasando como de turista y dijeron bueno, qué ¿qué tal? Vamos a dar una vuelta. Y fueron a dar una vuelta y ahí se enamoraron del mar y de la navegación. Antes no navegaban nada. Y cuando volvieron a Brasil, dijeron, bueno, cuando deben ser 10 años, vamos a hacer el mundo de velero, vamos a volver a la isla, que es donde aprendimos y todo eso. Y fue un plan en familia. Lo que es interesante es que nunca me sentí que era llevado por mis padres y sí que participaba de un gran plan, de una gran expedición que iba a salir a 10 años. Entonces, mis padres fueron muy inteligentes. Yo digo que hicieron un brainwashing, ¿no? No sé cómo se dice en español. Lavado del cerebro. Sí, porque todos los libros que teníamos en casa eran Moby Dick, era de Robert Louis Stevenson, no tenía de fútbol, de carros, nada. Y todas las vacaciones pasamos en el mar y en el barco, preparando para un día los cinco de la familia vivir en un espacio muy, muy pequeño de 70 metros cuadrados. Y bueno, fue interesantísimo. Una vez que salimos para navegar, mi hermano más joven tenía siete años, yo diez, más viejo quince años. Pasamos un año en la costa brasileña. Yo le doy gracias a mis padres que nos mostraron nuestro país antes de mostrar el mundo. Entonces conocimos toda la costa brasileña, cada puerto entrando y ahí ya era 84. Después fuimos hasta el Caribe y llegamos a esta isla que mis padres habían enamorado. Llegamos a esta isla que mis padres habían enamorado. 12 años después llegamos ahí. Ellos muy emocionados, claro. Y nosotros como hijos, debe ser importante. Están llorando, están emocionados. Y ahí se fijaron que iba a tardar mucho más tiempo con el ritmo que estábamos a dar un giro del mundo. Y mis padres quedaron 10 años dando un giro del mundo. Yo 6 años porque me desembarqué en Nueva Zelanda para estudiar cine. Con 16 años me quedé ahí. O sea, espérate, ellos te dejan Nueva Zelanda en el barco y se van. Sí, muy raro eso, porque yo dije, yo me quedo porque quiero aprender a hacer cine, quiero filmar. Yo la primera cámara que tuve con 13 años de 8 milímetros haciendo los documentales, bueno, home videos de mi familia, pero con una 8mm. Y cuando llegué a Nueva Zelanda ya había filmado, había leído todo sobre películas y quería aprender a hacerlo profesional. Y entonces dije a mis padres, me encantó la Nueva Zelanda, es un país muy aventurero, muy marítimo, me sentí muy en casa. Y le dijo, yo voy a quedarme aquí para hacer escuela de cine. Claro, mis padres padres un shock primero como tiene sólo 16 no tienes familia no conoces nadie y yo dice sí pero que ustedes me prepararon para eso la vida toda con mucha independencia mismo viviendo muy cerca uno de lo otro mis padres nos dieron mucha responsabilidad entonces navegamos el barco de 12 años solos ya ya sabíamos navegar cada vez que salíamos con un bote o salimos de una isla, yo y mi hermano más joven que era el más cerca íbamos a hacer todas las aventuras con mucha independencia y ahí dijo no yo me quedo en Nueva Zelanda quiero estudiar acá y me encantó el país y yo sé que mi madre siempre nos motivó a hacer hacer lo que queríamos y Pero después me fijé que se quedó en pánico total, porque normalmente los hijos se van de la casa. En este caso, el hijo se quedó y la casa se fue, porque el barco era la casa. Y ella dice eso, que me vio quedando chiquitito, chiquitito, chiquitito, en el horizonte, y su corazón que quedaba así, en una época en que no había internet, no había teléfono, no había nada. Y me tocó súper bien, me quedé en los años 6 años. ¿Y tú? ¿Cómo es ese recuerdo? Ese barco, viendo ese barco que se va chiquito chiquito. Sí, para mí, a mí me gusta mucho la novedad, cosas nuevas, porque fue criado con eso. La vida en el mar no tiene rutina. La gente cree que debe ser muy aburrido. Es al contrario. Siempre es algo nuevo. Solo cuando tú vas 20 días, 30 días al océano, que tiene un poco de una rutina, pero el tiempo y el mar siempre están cambiando. Pero cuando estás anclado de puerto a puerto, estás conociendo gente nueva, un nuevo idioma, cosas distintas. Entonces, es casi como una becomes a junkie de experiencias nuevas. Y entonces, cuando llegué a Nueva Zelanda, ya, chao mami, chao papi, muy bueno, pero mira, aquí voy a vivir una vida totalmente distinta que no había vivido desde los 10 años. Y fue increíble, un shock al mismo tiempo. Me fijé que la gente vive una vida de rutina igual. Un día igual al otro, y luego al otro, y luego otro, y luego otro. Y yo decía, qué locura eso. Yo no puedo vivir así. ¿Cómo es vivir en ese espacio? Vivían cinco personas. Sí. Tres hombres. Sí. Bueno, cuatro hombres. Sí. Tu papá. Y tu mamá. Sí. ¿Cómo? ¿Cuál fue la concepción, digamos, de masculinidad? ¿Cómo se vivía esa masculinidad en el barco? Bueno, yo creo que de una manera muy natural, porque tengo una madre que tiene una fuerza increíble. Te imaginas, ella es la que manda a los cuatro hombres porque la tiene una fuerza muy grande. Lo llamamos la formiga, la hormiga, la formiguinha porque es como pequeña, bajita, pero tiene una potencia que puede cargar lo que quiera. Y ella era una, es muy matriarcal en nuestro barco. La gente en Brasil siempre cree, porque en Brasil somos muy conocidos, entonces la gente cuando empezó nuestra historia a ser compartida con los medios y todo, a Wilfredo Schurman, el capitán, y la Eloisa, su mujer. Y nosotros miramos y decíamos, esa gente no sabe nada, no sabe lo que están hablando. ¿Era capitana? No, entonces en nuestra familia hablamos, sí, el capitán es mi padre y la almirante es mi madre, que está la patente arriba. Entonces, ella siempre fue una fuerza muy grande y un ícone feminista. Ella era muy feminista, como mi abuela, su madre también. Y aprendí mucho de estas dos, de de respecto con las mujeres y cómo era mismo que estaban ahí todos los hombres eran respecto es muy interesante porque mi madre por ejemplo nunca fue la cocinera nunca fue la que limpia siempre era toda la tripulación porque un barco también tienes eso un barco todos hombres y mujeres limpian y cocinan y todo. En una época que no se hacía eso. En los años 80, las mujeres hacían todas las cosas domésticas, los hombres no. Entonces, en mi casa y en nuestro barco, siempre fue un poco revolucionario en eso. Entonces, yo creo que mi madre tenía una visión para nosotros de ser creados de una forma muy distinta. de ser creados de una forma muy distinta, como marineros, sí, pero como marineros de toda la igualdad entre los géneros. No había eso que estábamos uno u otro. Entonces, funcionaba, nos funcionaba muy bien, nos tocaba muy bien. ¿Cómo era el tema de llegar, por ejemplo, a un sitio? Porque yo lo veo con mis hijos, nosotros movemos mucho. Y también tenemos una, si no vivimos en un barco, pero estamos casi siempre montados en un avión y a donde llegamos hacemos hogar y levantamos campamento. Y veo con mis hijos que, si bien ahí hay un poco de desarraigo, veo que tiene un gran poder de adaptabilidad. Y me encanta, me encanta verlos porque veo en cuanto hay un sitio como el cerebro empieza a hacer todas esas conexiones, la sinapsis, se empieza a crear todos unos métodos de supervivencia que me encantan. ¿Tenías algunos momentos en los que de pronto llegabas a un sitio, o sea, pues más allá de Nueva Zelanda, obviamente que te quedaste, pero que de pronto te daba duro despedirte, era difícil irte de lugares? Claro, claro. Es muy interesante porque la primera vez que llegamos a un sitio, hacíamos amigos muy rápido. Aprendimos a hacer amigos muy rápido. Porque íbamos a estar un, dos meses, a veces una semana, a veces seis meses. ¿Quién decidía el tiempo que se quedaban? Era una cosa con mi padre y mi madre. Siempre nos envolvían, nos hacían parte. Pero yo sé que hoy yo no mandaba nada. Era más una cosa para sentirme que soy parte de una tripulación. Cuando más viejo ahí, cuando 12 años, ahí ya respetaba más. Pero con 10 no. Pero yo pensaba que sí. Y eran ellos. Porque están de visa, porque están del tiempo de Hurricane Season. Tenemos que volver de aquí. Y si nos gustaba un lugar, era mucha libertad. Entonces, nos gustaba, por ejemplo, el Caribe, nos encantaba porque íbamos de Santa Lucia para Martinique, para Guadalupe, para las islas, todas las Islas Británicas. Y después, cuando había ciclones, bajamos para Venezuela. Y ahí quedamos como tres, cuatro meses en Venezuela que nos encantaba en esta época Venezuela. Era increíble. Y entonces quedamos tres años haciendo eso, porque era lindo, era increíble. Y ahí mis padres dicen, no, vamos al Pacífico. Entonces tenemos que prepararnos. Ahí fuimos para Panamá y quedamos en Pacífico como tres años también. Pero para tu pregunta de adaptabilidad y se tiene, en Brasil tenemos una palabra para eso que es saudade. Saudade. Y sí, pero aprendimos muy rápido una cosa. La primera vez que nos fuimos y teníamos muchos amigos que hicimos muy fuertes, quedamos tristes. Y cuando llegamos al otro puerto, hicimos nuevos amigos. Y ahí yo creo que la sinapsis se conectó diciendo, sí, va a ser triste cuando partes, pero va a haber otras experiencias nuevas. Y entonces para nosotros se tornó algo de, ok, o con una chica que tienes que te enamoras y no sé qué, y ahí te vas. La primera vez que yo estaba enamorado de una chica, era belga, con 13 años, y era mi gran amor de mi vida, porque era el primero. Y me fui, me lloré tres meses. Yo decía a mi papá, por favor, vamos a Bélgica con el barco a verla. Y no sé qué. Y mi papá y mis hermanos, ahí sí eran terribles. Decían, ¿cuánto pagas? ¿Qué haces para ir hasta allá? Me torturaban total. Y ahí comprendí que después voy a encontrar otras personas. Entonces hay una cosa muy interesante que te preparas a ti mismo para vivir contigo y te gusta a ti mismo, creas lazos muy fuertes y verdaderos, pero no hay una dependencia emocional en la otra persona. Y eso es algo que yo veo en la sociedad muy difícil. La gente tiene una dependencia emocional siempre en alguien. Yo sí, a mí me gusta estar con alguien quizá por el resto de mi vida o por meses o que sea por años, pero no digo que hay si no estoy con esa persona me voy a morir y mi vida se acabó. Porque en este, como fui creado, esta cosa sucede y hay una cosa distinta de viajar de barco que siempre veo. Cuando viajas de avión y vas a un sitio o al otro, no llevas tu casa. En el barco es como si estuviera tu casa. Entonces es muy distinto cuando llegas a un puerto, cuando llegamos, al fin de día volvimos a casa, a dormir en nuestra camita con nuestro travesero, como decimos en portugués, y estamos en casa. Y entonces teníamos experiencia afuera y volvíamos para casa. Entonces eso es un poco distinto de cuando yo hoy viajo mucho de avión para allá, hotel y todo. Yo veo, ah, es como un caracol que carga su casa con él, ¿sabes? Sí. ¿Qué tipo de hombre fue tu papá con ustedes creciendo? Y digo fue porque seguramente hoy por hoy es otro tipo de hombre. Pero ¿qué tipo de hombre fue tu papá con ustedes creciendo? Y digo fue porque seguramente hoy por hoy es otro tipo de hombre. Pero ¿qué tipo de hombre fue tu papá en ese barco? Como una disciplina muy grande. Te imaginas con tres chicos y teníamos una disciplina y tenían mucha preocupación, tanto mi padre como mi madre, en la educación, en la salud, de todo. Porque fuimos la primera familia sudamericana a girar el mundo en un velero, entonces no había referencias, no, aquí, había europeos y americanos y tal, y entonces en esa época pesquisaban, pero estaban muy preocupados, porque todos en Brasil decían a mis padres, ustedes son locos, van a morir en el mar, sus hijos van a ser unos burros para el mundo, porque no van a la escuela normal, van a ser por correspondencia a la escuela y es un desastre. Entonces, claro, ellos también se preocupaban como padres de responsabilidad, tanto que mi madre hizo cursos de conductores para si tenía algo que cortara, para suturar y todo eso, y mi padre con dentista para arreglar los dientes si algo sucedía de emergencia. ¿Y pasó en ese momento? Con dientes sí, con otras cosas más la gente en las islas. Una señora me recuerda una isla que se quemó con agua caliente todo y no tenían médico, no tenían medicaciones, nada y nosotros teníamos. Entonces ayudamos de esta señora y mi madre quebró un diente mordiendo una semilla de algo, se quebró y mi padre, nosotros con torchas, así con luz, hizo un reparo en su diente hasta que llegara a una isla donde tenía un dentista y el diente dijo, qué bien que hiciste eso, si no podría crear un absceso, porque a veces tarda 20, 30, 40 días para llegar a un sitio donde tienes un médico, donde tienes un dentista. Entonces se prepararon muy bien. Pero para tu pregunta de mi padre, teníamos esta disciplina muy grande. Es de familia alemán, entonces le gusta la disciplina, pero con el tiempo perdió un poco esta rigidez, porque en el comienzo era más rígido, porque venía de una vida normal, con cravatas, con, ¿sabes? Con suit. ¿Qué hacía él antes? Era economista, era asesor financiero de grandes compañías en Brasil y mi madre maestra de inglés. Mi madre tenía una escuela de inglés y mi padre hacía eso. Entonces, él venía de una vida mucho más así. Y me recuerdo mucho el primer año, porque salimos del sur de Brasil, que es muy frío, más frío, más tenso, más alemán. Y cuando empezamos a navegar al norte de Brasil, vi a mi padre relajar, porque el norte es la música, la poesía, es todo eso. Y entonces, cuando llegamos al norte después de un año, ya era un nombre cambiado. Fue muy intenso. Y la relación, porque estamos de repente todos viviendo en un espacio muy pequeño. Te doy un ejemplo. Mi padre quería nos dar aulas de matemática, porque era economista. Pero te imaginas, dar aulas de matemática a los 7, 10 y 15 años. Es una locura. La gente hoy día sabe muy bien eso por la pandemia, que los padres tuvieron que se tornar maestros, pero mi padre pensaba que gritar más alto aprendía más, porque no tenía paciencia. Entonces al final dije, mira papá, muy bien, pero tú no puedes ser maestro de nada, tú no puedes enseñar matemática porque no tienes la paciencia. Y eso le chocó, entonces dije, bueno, tengo que cambiar un poco como soy, porque estoy hablando con niños, estamos juntos en eso. Y después de un año he cambiado totalmente. Hoy día mi padre está feliz cuando está en el barco. Si está fuera del barco ya se queda, no, yo tengo que volver. Y fue una relación del segundo, tercero, cuarto año de conexión total, de discusiones increíbles. Imagina pasar 30 días y hablamos del mundo, de las cosas que suceden en el mundo, de filosofías, de religión, de todo, y con una discusión muy rica, porque él había criado, estaba criando hijos que estaban en el mundo, siendo expuesto a absolutamente todo. Y él, mi padre, fue criado mucho más alemán, mucho más chiquito, la cabeza restricta. Y de repente tiene que hablar con estos niños que están hablando de cosas de otra cultura. Entonces fue muy interesante a ver que eso sucedió. Y ahí te doy un ejemplo de cómo eso para nosotros funcionó muy bien. Yo me quedé en Nueva Zelanda. Mi hermano más viejo, dos años después del barco, ya estaba con 17, quedó en Estados Unidos para hacer su universidad. Y mi hermano más nuevo, cuando volvió a Brasil, había vivido más tiempo en el mar que en tierra, porque había vuelto con 17 años y había 7 cuando empezó. Y cada uno fue a hacer su vida. Entonces, mi hermano más viejo fue a trabajar trabajar en New York Stock Exchange, en business y tal. Yo para televisión y cine y mi hermano más joven como atleta. Fue cinco veces campeón mundial de windsurf. Entonces cada uno, y uno estaba en Europa, otro en Estados Unidos y yo en Nueva Zelanda. Y pasamos unos años, como cinco años, cada uno haciendo su vida y teniendo su profesión y éxitos profesionales. Y un día me llaman mis padres cuando ya estaban planeando una nueva y dicen, ¿quieres volver al barco a vivir y hacer un documental, a filmar todo? Y yo dije, mira, voy a dejar toda mi vida en Nueva Zelanda, que había construido, para volver en un barquito con mis padres. Y yo dije, sí, claro, vamos, es una aventura increíble. La vida, ahí sí ya había me fijado, la vida que teníamos que era increíble y puedo hacer lo que amo que es filmar. Entonces volví al barco, mis otros dos hermanos no todavía, volví al barco, hicimos un otro giro en el mundo para exemplificar que nos quedamos muy amigos, ¿sabes? Mi padre, mi madre, somos una familia normal, tenemos ideas muy distintas. Te imaginas que tengo un hermano que trabaja con financieros y el otro es el esportista. Este es el estresado, a mí este es el Buda. Yo estoy en el medio, haciendo entre medio entre los dos. Y eso es interesante porque la gente siempre dice, ah, si creces en un ambiente, van a ser muy parecidos y somos muy, muy distintos, todos los tres. Es increíble eso. Pero con mi papá la relación es increíble. Ahora mi padre y mi madre están seis meses en mi casa porque el barco está en Nueva Zelanda haciendo manutención y están ahí viviendo con nosotros y es una relación increíble. con nosotros y es una relación increíble. ¿Cómo resolvían los conflictos? Porque claro, hoy en día, sobre todo si uno vive en tierra, pues literalmente si tú no quieres hablar con una persona, sales, tienes red de apoyo. ¿Cómo hacían para resolver conflictos entre ustedes en tan poco espacio y como tan poca red de apoyo externa? Hay una cosa que sucede cuando vives tanto tiempo intensamente juntos, que tienes que resolver con las personas. Hay algo, porque la gente cuando sale, a veces, sale y queda con esta angustia o con rabia, que sea, y lleva con él. Para el barco no podemos vivir así. Te digo por qué. Porque un día tenemos una tormenta y tenemos que trabajar juntos para vivir, para sobrevivir. No podemos decir, no, yo no voy a hacer eso porque tú estoy enojado contigo. Mañana tenemos una tormenta. Entonces creamos una fórmula, una forma de hablar de los problemas. Y hasta que esté más o menos resuelto, resolvido, no salimos de ahí y es como una terapia en familia, entonces hablamos todos sentados y mira no me gusta eso y eso de por qué hablaste así, por qué sucedió eso no es bueno no quiero eso y claro como vivimos tanto tiempo juntos conocemos los botones apretar, como una familia, un matrimonio, sabe exactamente cómo hacer algo para que la molestan. Entonces, cuando vivimos en barco, eso sucedía mucho. Hablamos del problema y vamos a resolver este problema. ¿Qué pasa? ¿Qué es? Y ahí mis padres tenían que, muchas veces, ok, comprendemos, vamos a dejar que hagas eso, cómo ir a vivir en Nueva Zelanda cuando me voy a quedar ahí? ¿Y cuándo empezó el momento que es total normal que estoy viviendo ahora con mi hijo que tiene 15 años, que quieres criar tu individualidad? Yo creo que los chicos hacen eso más o menos por ahí 15, 16 años, es un momento de rebeldía, que quieres crear tu identidad, amas todo este ambiente, pero no soy igual, yo soy la cara de mi padre, igual, pero yo no soy tú, entonces este fue el momento también para mí de decir, yo me quedo aquí porque quiero estudiar y quiero vivir mi vida, y ahora me cayó como un rayo, un relámpago, como decimos en Brasil, cayó como un rayo, un relámpago, como decimos en Brasil, porque mi hijo está viviendo exactamente eso ahora, con 15 años. Me dicen, Dada, y yo y mi hijo somos cerca, es mi amor y todo. Y de un año para acá, me empuja, dijo, no, no, no. Ahora es así. Dada, yo quiero hacer eso, yo voy aquí. Y antes, estamos siempre en teléfono hablando, ahora si habla una vez al día, está bien y ahí yo casi me muero yo casi me morí, fui a los libros a leer, hablar con amigos ¿qué sucede? y es totalmente normal, está buscando su individualidad especialmente porque éramos muy cerca, es interesante porque era muy muy muy próximo entonces dice, pero no soy él, yo soy yo. Y ahí crea esa división que quiere crearse. Y es muy amoroso, es lindo y todo, pero para mí me arranca el corazón porque yo dije, ¿qué pasó? Un día lo sentí con él y le dije, ¿qué pasó? ¿Qué hizo? Para hacer, ¿cómo estás? Tú eres una otra persona, no conozco. Y me dijo, no, Dadá, estoy normal, yo soy yo, yo te amo, está todo bien. Y ahí fui a investigar, porque me hacía muy mal. Y ahí comprendí, y ahí me recordé de mí. Uy, saí del barco, por eso también, porque quería mi individualidad, quería vivir eso. Entonces quería mi individualidad. Quería vivir eso. Entonces, es muy interesante. Pero los conflictos son así. En el barco. Cuando estamos en el barco es así. Y en mi vida hago eso también. Con mi pareja, con la madre de mi hijo, con quien fuera. Yo digo, mira, yo no salgo corriendo de los problemas porque en el barco no tienes cómo. Claro. Entonces, let's talk about it. Let's discuss it. No necesitamos resolver todo. problemas porque en el barco no tienes cómo. Entonces, let's talk about it. Let's discuss it. We don't have to. Necesitamos resolver todo, pero al menos llegar a un patamar que tú no te quedes con esta angustia, esta rabia, con algo que te vas a llevar y crece. Y se torna bomba. Después explota. Entonces, vamos a hablar de esto y es muy loco porque hacíamos eso a mucho tiempo y después, muchos años después, la gente viene con los libros y todo diciendo que hay que hablar, hay que tener diálogo y forzadamente hicimos eso porque vivíamos en un espacio pequeñísimo. ¿Cuál fue el momento más difícil como familia en el barco? El momento más difícil en el barco, yo creo que, a ver, es difícil de pensar, pero yo creo que la primera vez que cruzamos un océano, que fueron 34 días. ¿El Atlántico? No, el Pacífico, de Panamá hasta las Islas Marquesas, de Galápagos a Marquesas. Fue difícil porque era la primera vez. Entonces, eran 34 días en una época que no existía GPS. Se navegaba por las estrellas. ¿En serio? Y entonces teníamos que encontrar la isla en medio del océano. No que teníamos duda de la navegación de mis padres, pero era la primera vez que estábamos cruzando un gran océano. Y entonces eso fue exciting, al mismo tiempo difícil de vivir y cómo vamos a hacer y qué va a pasar y tal. difícil de vivir y cómo vamos a hacer y qué va a pasar y tal. Después, yo creo para mí, después fue cuando 15, 16, que empecé a decir, bueno, yo quiero hacer mis cosas, yo quiero filmar, quiero no sé qué y tal. Y tenía que vivir todavía en esta community, en la comunidad. El barco, lo que te enseña es de comunidad, de que todos dependemos, somos codependientes. Es increíble porque me encantaría que el mundo comprendiera eso. La Nueva Zelanda es un poco así porque es una isla. Entonces la gente sabe que si te hago algo mal, te voy a ver después, estamos todos juntos conectados en una isla que es grande, pero no es tan grande. Y ese pensamiento de isla, de barco, de comunidad es fundamental, porque tú puedes tener un éxito en algo, pero no eres mejor que los otros, no tienes que tener todo mejor. Estamos aquí juntos en el mismo plano terreno o agua como nuestro. Sé, porque lo comentaste en nuestro primer encuentro, que además de esta unión familiar, además de esta comunidad familiar, en algún momento entra otra persona. Sí, sí, mi hermana. Entra una hermana. Sí. Entra una hermana. ¿Me puedes contar un poquito cómo entra esa hermana en la vida de ustedes? Claro, es linda esa historia. Mi madre, con el pasar de los tiempos, con hijos, siempre quis... Hombres, siempre quis una hija. Entonces ella tenía ese sueño. Una vez intentó adoptar, cuando volvió a Brasil de uno de nuestros viajes, intentó adoptar a una niña y la agencia de adopción del gobierno de Brasil dijo, no, no tienes interés fixo. No puedes adoptar. Tú eres esta loca que está en el mar todo el tiempo, que ahí era conocido. No hay cómo. Porque tiene que venir alguien, el psicólogo, para ver y tal. Y mi madre, pero a mí me encantaría una chica que no tiene madre o padre, que no, yo la co... No, no, no puedo. Entonces mi madre ya había un poco desistido, ya estaba un poco más de edad, bueno, entonces no era para ser. Y cuando estábamos en Nueva Zelanda, mi padre y mi madre hicieron amigos de un matrimonio, de un casal, de él neozelandés y ella brasileña. Ella de la región de Amazonia y él neozelandés, que se encontraron en la Amazonia porque él vino con British Petroleum para hacer prospección de petróleo en la Amazonia y se enamoró de esta, como llamamos en Brasil, cabocla, que es una mezcla de gente local, de indígena, con blanco, con todo, es muy típico de la área. Y se enamoraron, él dijo, bueno, vamos a mi país para que conozca navegando. Entonces compraron un velero y fueron navegando hasta Nueva Zelanda desde el Atlántico. Cuando llegaron a Nueva Zelanda, ella estaba embarazada. Y mira cómo son las cosas de la vida. Nosotros llegamos a Nueva Zelanda en 1989, en una época que yo creo que eran los primeros barcos brasileños a llegar. No había nadie, nadie conocía Nueva Zelanda en esta época, no llegaba lejos de todo. y anclamos en una vila pequeñita y tenemos una bandera atrás del barco brasileña y el Robert, este tipo pasó y miró, no creo, brasileños aquí el barco dice, hey, brasileños y hablaba un poco de portugués, dice están perdidos, ¿qué están haciendo aquí? mis padres, wow un gringo que habla portugués, ¿qué estás haciendo? No, mi esposa es brasileña, tienen que conocer. Y bueno, ¿cómo sabes? Cuando somos de otro país y estamos en un país y conocemos a alguien conterráneo que no, en lugares que no hay, muy amigos, muy rápidos. Y mi madre, Jean, se quedaron muy, muy amigas. Y Jean, un poco más joven que mi madre y mi madre dice estás embarazada, qué lindo, sí, voy a tener una hija, mi sueño es tener una hija. Bueno, yo voy a ser y bueno, nuestra nación es un país anglosaxónico, entonces un poco más frío la gente y nosotros brasileños latinos, abrazados y entonces ella dice yo voy a ser como tu tía aquí, con la embarazada, vamos a ir a hacer todos juntos, prepara el cuarto para la niña, y ahí pasaron mis padres seis meses, nació Catherine Ketch, y la niña linda y rubia, pero con las características todas de indígena, una mezcla linda, linda, y mis padres, bueno, ahora seis meses, el BISAC, ya terminó todo el momento del hurricane, ahí se llama ciclones en Pacífico, nos vamos. Entonces mi madre, bueno Jan, escribimos cartas, uno para la otra, claro Eloisa, te mando fotos, no había internet todavía, estaba empezando internet. año, dos años y en tercer año ella me escribió una carta para mi madre y dice mira voy a Brasil ahora que la niña ya está con dos años y poco, voy a Brasil para que mis padres en Amazonia lo conozcan. Ah que lindo, bueno cuando estás ahí me escribes y se fueron a Amazonia y pasó meses y meses y nada más cartas. Mi madre escribía cartas y las cartas volvían y mi madre qué raro, qué pasó? Pero en esa época ocurría, porque yo no tenía email, no tenía nada. Los teléfonos eran muy raros, caros. Y entonces mi madre me pregunta un día, ¿vas a la casa donde era? Porque en una ciudad un poco más leja. ¿Vas ahí con un carro y ves si tiene alguna información? Yo llegué y estaban con rama la casa y tal. Y pregunté a los vecinos, ¿qué pasó? No, fueron a Brasil. Yo creo que les gustó Brasil, no volvieron más. Bueno, dije, mi mamá, no volvieron más. Bueno, ok. Estábamos en Brasil, mis padres ya volvieron a Brasil después de los 10 años y estamos ahí con un lanzamiento gigante de un libro de mi madre y estamos como con mil personas. Era gigante. Tenía el club de Rio Janeiro con la prensa, con todo, y llega Robert con la niña, tres años de edad, y mi madre, ¿qué estás haciendo aquí? ¿Cómo estás aquí? No, no, estoy aquí, sí, vine. ¿Y dónde está Jean? Y Robert mintió en el comienzo, dice, no, está en el hotel, no se siente muy bien. Y mi madre, como es muy fuerte, dice, no, no, yo voy ahí a buscarla. ¿Está formiguilla? No, no, no, si mi amiga está aquí. Entonces Robert la tira para el lado y dijo, mira, es un momento muy feliz para ustedes del libro. No quería te decir, pero te conozco. Jan murió. Y hace unos meses tuve un cáncer en el cerebro y fue muy fatal y mi madre, cáncer en el cerebro pero era joven y mi madre, ok y Robert estaba ahí, mi madre decía bueno, ven la mañana a almorzar con nosotros que dice la fiesta el día siguiente llega Robert con la niña y mi madre, ya, con la niña aquí, hablando con ella y todo y mi padre mira, Robert Robert ¿cómo estás aquí? no vine para verte porque fue un momento muy feliz de mi vida, estaba aquí solo para vivir un poco de esto y mi padre bueno ¿por qué no quedas en el barco con nosotros una semanita navegando y tal? sabes que yo soy navegante me encanta, entonces vino para el barco y al final de la semana, una cena, Robert dijo a mis padres, mira, yo estoy aquí por otra razón. Yo estoy aquí porque Jan, luego, antes de conocer a Robert, tuve un accidente y te dio sangre, una transfusión de sangre. Y la transfusión de sangre había sido. Y claro, años 80, no sabía nada de eso, yo también fui infectado y cuando nuestra hija nació estaba todo bien porque no se hacía test para sida en esta época. Entonces cuando llegamos a Brasil unos amigos nuestros de una ciudad antes de ir a Amazonia, dijeron, la niña está muy chiquitita, hay algo que está un poco raro, quizá una anemia o algo, y empezaron a hacer test de salud para ver lo que era. Y siempre daba algo parecido con una anemia, pero estábamos muy curiosos porque no salía nada. Y un médico un día, con toda la junta médica, dijo, ¿por qué no hacemos test para esas malas, como dicen, doenzas muyadies, como dice, muy raras, como cosas que tiene esa gente que viaja? Y una de ellas es SIDA. Pero no, SIDA es la comunidad más gay, la comunidad de los drogados, esta es una familia. Pero lo hacemos. Y ahí, por la hija, descubrieron que estaba con SIDA y después toda la familia. Y Jean, en seis meses, se quedó tan deprimida porque el sangre le salvó la vida, pero la condenó, ¿no? De una forma. Y seis meses Jean murió, pero antes de morir dijo a su marido, vamos a hacer un pacto. Si tú quedas enfermo al punto que no puedes criar nuestra hija, tú vas a buscar Wilfredo y Eloisa Schurman y le vas a pedir para adoptar nuestra hija, tú vas a buscar Wilfredo y Eloisa Schurman y le vas a pedir para adoptar nuestra hija. Y ahí estaba Robert diciendo, quiero que adopte mi hija porque yo estoy muriendo. Y bueno, mi madre me miró a mi padre y dijo, claro, esta eres mi hija, ¿quieres para ser mi hija? Y entonces mis padres adoptaron. El día siguiente, cuando llegaron para mí, David, tenemos que contar algo vas a tener una hermana yo la miré en el ventre de mi madre y dije, mamá, ¿qué están haciendo ustedes con esta edad? y mi mamá dijo, no, cálmate, no es aquí te recuerdas de Robert y tal y me contaron del SIDA y yo en esta época, el SIDA era algo temeroso, que no sabía éramos muy ignorantes de lo que era el SIDA. Y decía, ¿estás segura? Porque puede que no viva mucho. ¿Estás lista para tener una hija que se puede morir? Y mi madre, sí. Es amor, es algo mucho mayor. Y no estoy te preguntando, estoy te informando. Y entonces, con tres años de edad, vino a Ket, como la llamamos, a vivir con nosotros. Y estábamos planeando un giro del mundo, el segundo. Y entramos en el segundo giro del mundo. Ella hizo el giro del mundo todo. Claro, en cada puerto grande tenía médicos para hacer test, para eso, para aquello. Y fue increíble porque el primer médico dice, ella va a vivir seis meses. Seis meses va a morir usted en una loca para mi madre, porque estás adoptando a una chica que va a morir en seis meses. Ella vivió diez años con nosotros y ya creíamos que iba a vivir, porque los medicamentos empezaron a quedar mejor, mejor, mejor. Y pensamos, no, ahora vive para siempre, como cualquier persona. Pero un mes antes de cumplir 14 años se agarró una neumonía, una neumonía que ya tenía tido otras 14 años se agarró una neumonía, una neumonía que ya tenía tido otras veces, pero agarró una que fue fatal, que ahí en tres días fue al hospital y no podía, no conseguía respirar, tuvo una paracadilla que se fue y fue surreal porque yo no creía que estaba muerta, porque yo decía, ¿cómo? Estaba hablando conmigo hace dos horas y yo le decía, dale, quítate este, luego para con eso porque necesitamos ir a comer sushi, porque le encantaba el sushi. Y ella se reía porque en el viaje de dos años y medio que hicimos juntos, como te conté, yo fui el único hermano que estaba con ella. Entonces era ella, yo, asistente de cámara, más un asistente de producción, mi padre y mi madre. Estábamos en el barco dos años y medio. Entonces era mi hermanita casi como una hija por la diferencia de edad, y yo siempre le decía no, tú estás siendo muy princesa, dale vamos, tú eres marinera, eres aventurera, nada de esas cosas de princesa, no sé qué, y mi madre es una chica, cálmate, también puede ser, y ella mi madre es muy muy feminista, dice mira los chicos pueden hacer todo que las chicas pueden hacer, menos tener bebés. Entonces, siempre fue al contrario, los chicos pueden hacer todo que las chicas pueden hacer, menos hacer, somos más vantajes. Y entonces, para ella era muy poderoso porque el SIDA en esta época todavía había mucho prejuicio, mucho preconceito. La gente, tanto que nunca contamos para nadie que tenía SIDA. Por eso que el libro y la película que hicimos después se llama Pequeño Secreto, porque era nuestro pequeño secreto, que era un gran secreto. Pero nadie sabía. Después que se murió, ahí sí contamos a la gente y la gente se quedó chocada, claro, porque la gente si subiera, ay, no quiero tocarla, no quiero no sé qué, y nosotros, mira, el SIDA no es así. Qué belleza. ¿Tu papá, de la forma que los crió, alguna vez lo viste llorar? ¿Mi papá? Sí, pocas veces, poquísimas veces. Es una generación que llora pocas veces. Lloró una vez cuando a un médico le dije que tenía seis meses de vida a él a él con 35 años y era y no era verdad era un mal diagnóstico un diagnóstico mal hecho dice que tiene un cáncer que seis meses ya morir y no era un cáncer era que sus riñones es gemelo mi padre y uno de sus riñones había caído había se se atrofiado y quedado atrás del estómago. Entonces, cuando hicieron un X-ray, parecía un cáncer gigante, un limón. Claro. Y entonces tiene seis meses de vida. Entonces, ahí sí lo vi llorar, mirando su familia con 35 años, diciendo que tiene seis meses de vida. Esa fue una de las poquísimas veces. Después, en algunas películas, a él le gusta eso, se emociona en las películas. Y más reciénén cuando hicimos el premiere en Los Ángeles, porque estábamos todos planeados, yo, él y mi pareja, todos para ir a Los Ángeles y teníamos una comitiva que el gobierno brasileño y su sponsor lo patrocinó para ir y mis padres no. Y entonces yo veía a ellos muy contentos, pero yo sentía que, uy, ¿cómo no vamos a estar ahí en este momento? Entonces en una cena un día les doy el billete para los dos, diciendo, mira, aquí está el billete, el hotel, todo para quedar una semana en Los Ángeles e ir a la premiere. Y el día de la premiere, cuando vio la pantalla grande, la película, 600 personas, The Egyptian Theater, la Frombra Roja, lo vi emocionado y lo vi llorar. Qué lindo. Y cuando ustedes, cuando los tenían en el barco, con ese esquema, con esa mente, bueno, creo que me dices que se fue ablandando de alguna forma y abriendo el horizonte. ¿Les permitía a ustedes? O sea, dentro de esa política de comunicación y de convivencia, ¿ustedes podían expresar sus emociones libremente? Sí, eso fue muy interesante y yo creo que vino tanto de mi padre cuanto de mi madre, que murió 10 años en Nueva York. Mi madre fue criada muy alemán, mi madre fue criada un poco más en el mundo. Por eso que digo que esta visión del mundo venía de ella. Y cuando los dos quedaron juntos para tener hijos, yo creo que hicieron un pacto de, mira, no vamos a hacer con esa cosa alemán que no puedes llorar, que tienes que ser duro. Vamos a ser un poco más blandos, déjale que emocione. Entonces, nunca tuve, sabe, la cosa de, no puedes, eso no, no, no. Hab habla, vamos a hablar de la emoción. Entonces, en mi familia, yo soy el gran llorón, yo lloro porque soy artista, porque me emociono con todo, entonces es muy normal. Mi hermano más nuevo es raro, se emociona menos, y él es más alemán. Con nombre y característica, él tiene un poquito más, segura un poco más, ¿sabes? Un poquitito más así. El más viejo, si se emociona más, no es así. Entonces, es de personalidad un poco. Pero nunca mi padre decía, no, no puedes llorar, ¿qué es eso? Hombre, no llora, esas cosas. Eso nunca escuché en mi vida. Entonces, tengo mucha suerte por eso. Lo viste a tu padre porque creció como en ese momento. Tú lo viste a tu papá también crecer, obviamente. Sabes que una de las razones por las que yo empecé a hacer este espacio, o se me ocurrió que podemos hacer este espacio, es porque muchos hombres, tanto los 40, empiezan a experimentar una crisis de la mediana edad. Y uno de nuestros aliados, digamos nuestros partners, que es Celia. Celia es una plataforma para el cuidado de la salud mental online. Nos recalca permanentemente, o no la falta, pero la diferencia que hay entre la cantidad de mujeres que van a terapia o que admiten que hay un momento para tener terapia a los hombres. Entonces, tú viste a tu papá en una época muy, muy crucial, digamos, de su propio crecimiento. ¿Lo pudiste ver a él cambiar o pasar por esa etapa o lo sentiste alguna vez en crisis o él lo compartió de alguna manera con ustedes? Yo creo que compartir no tanto, porque viene de una generación donde compartir puede permitir darle la emoción, pero compartir su íntimo era un poco menos, especialmente porque su creación muy muy cerrada. Entonces, no sabía lo que estaba sucediendo en algunos momentos, se veía claro cuando estaba más viejo, pero no era de compartir eso, era muy, es esa generación, y veo a mis tíos y todos, que viven con su emoción, con una, ¿sabes? Se muestra un poco de emoción aquí y allí, mi padre más que todos mis tíos, claro, pero todavía tiene una barrera muy grande de creación que no puede mostrar eso. Y es muy interesante. Mi padre fue ahora, hace abrir más, con 70 años, empezó a hablar más. Porque vio también mi relación con mi hijo, que es muy distinta. Muy parecida en permitir todo, pero yo como estoy siempre besando a mi hijo y tal. Y mi padre me besaba, pero no era todo el tiempo. Esa era cosa de la mamá más. Entonces, cuando vio eso y hablo de mis emociones y yo como cuando lloro o cuando voy a hacer una película y estoy muy estresado y hablo de eso, miró que se puede hablar de eso, que es permitido hoy día, que en su época no era. Entonces, es muy interesante de ver que por más que abrió mucho su cabeza para nos permitir, no era algo que hacía él. No, no, no, no, eso no. No, no, no, no. Mira hijo, vamos a ver aquí estoy con una dificultad emocional o un momento difícil que estoy pasando en mi vida. Eso fue hacer ahora con 70 años. Ahora que estamos pasando por esta edad, que vivimos lo que vivimos con éxito además con mucho agradecimiento porque más podemos vivir de eso ¿sientes que has podido experimentar en algún momento una crisis a mediana edad? ¿has pasado por algún momento en donde hayas dicho levanto la mano, creo que quiero hablar con alguien, o sea, en tu propia experiencia, con un background, con una, o sea, en tu propia experiencia, con un background, con una forma de crecer tan peculiar, ¿sabes? ¿Has pasado por algo complejo? Sí, he pasado, pero no necesariamente por una cuestión de edad. La gente siempre dice, David, tú tienes una Peter Pan síndrome, ¿no? De Peter Pan, porque crees tú eres joven siempre, para siempre. Y yo digo, no, no, no es una síndrome, yo soy el Peter Pan Syndrome, de Peter Pan, porque crees tú eres joven siempre, para siempre. Y yo digo, no, no, no es una síndrome, yo soy el Peter Pan. Yo vivo en el barco, yo navego el mundo. Entonces yo hago ese chiste porque yo veo a mis padres. Mi madre tiene 78 años y es una chica, una niña, con una energía vital y haciendo planos para los próximos 20 años mínimo. Y entonces yo no tuve grandes problemas. Yo me mentía, me miraba en el espejo, está bien, todavía un poco más blanco aquí, un poco más blanco ahí. Vi la edad pasar más con mi hijo, porque vemos este ser que era así, de repente es tan grande, porque mentimos para nosotros en el espejo, está bien., uy, me duele un poco aquí, pero está bien, normal. Pero tuve un momento muy difícil en mi vida, cuando estaba para hacer, bueno, la pandemia vino, y la pandemia hizo algo que para mí era casi imposible. Me prendió una prisión en casa que no podía salir. En el barco, la gente, pero en el barco, en el barco es 20 días, 15 días y sales y es el mundo. Aquí, ¡pum! Preso. Y entonces me quedé seis meses atormentado porque estaba para hacer una película, que es una película linda que se llama Aleppo en Siria, era para rodar en Jordania, una película grande, con grandes actores, increíbles, y vino la pandemia. Y eso me puso al piso, por seis meses, muy difícil. Yo estaba tomando mucho vino, casi una botella por día para dormir, y mi cabeza a mil y tal. Y cuando estamos ahí, empezando a salir de la pandemia, en Brasil tuvimos mucho problema porque el presidente no creía que era un problema. Entonces las vacunas llegaron muy tarde y empezaron a vacunar a las personas con edad distintas. Y una semana antes de mi vacuna, yo agarré el COVID y muy malo. Llegué al punto que estaba con 60% de los pulmones, fui al hospital y me dijeron mira, tú estás bien todavía. Hay gente que está mucho peor que ti, tú estás respirando, vas con oxímetro en casa, si baja de 89 para abajo, vuelves. Y llegó a 89 y me quedé ahí y mi cabeza como volviendo loca, voy a morir, mi hijo, no, no. Y ahí me quedé ahí y mi cabeza como volviendo loca. ¿Voy a morir? ¿Mi hijo? No, no. Y ahí me entré en un desespero muy grande por tres días que estaba casi muriendo. Llamé a mi médico que acompañaba todo. Es un médico muy interesante que siempre hace, es un médico que hace todo, pero que siempre acompaña grandes expediciones. Entonces sabe un poco cómo esa gente loca es. Entonces me dio un calmante, que yo nunca tomo remedios, muy raro. Me dio un calmante y dijo, tú te va a gustar. Tú vas a tomar uno solo y me vas a dar la caja de vuelta porque te va a gustar. Y me acosté a las nueve de la noche, dormí doce horas, y a las nueve de la mañana me desperté mucho mejor, muy bien, y empecé a salir un poco de eso. Y ahí, dos semanas después de casi morir, fui en un avión hasta Jordania para hacer un scouting, 15 horas de vuelo dentro de un avión. El médico dijo, mira, clínicamente estás bien, pero la COVID es una cosa nueva. Hay una cosa ahora que están hablando de post-COVID, que la respiración no vuelve, el corazón y no sé qué. Y yo, no, la película tengo que hacerla. Mire cómo somos locos los artistas. Y me fui a Jordania el primer día, location scouting en desierto con polvo, todo. A la noche ya estaba en el hospital diciendo, voy a morir aquí en Jordania. Y hicieron todos los test y el médico dijo, David, clínicamente estás perfecto, es psicológico. El trauma de casi morir por respiración te dio un trauma, entonces hay que cuidar con eso. Toma una aspirina, vas a trabajar, pero cuídate con eso porque eso te va a seguir. Y es impresionante que eso me sigue hasta hoy, casi tres, cuatro años después. Cuando llegué a Bogotá, el primer día, la señora muy simpática me dijo, no, aquí es la altura 2600, entonces a veces te falta el aire. Solo trigger. Ya estaba así. ¿Por qué? ¿Te imaginas que yo buceaba en cuevas? Yo quedaba en espacios trancados, pequeños. Nunca tuve ningún tipo de miedo, de trauma, de algo mental. Pero esto fue un gatillo. Entonces siempre, una cosa buena fue después de un año y medio, me tardé hablando con terapeutas, con médicos, de comprender que eso es, fuera un poco de tu control, pero tú controla. Entonces emprendí las técnicas de respirar, empecé a meditar, que antes no meditaba en mi vida, empecé a meditar todos los días y ahí me quedé mucho más adentro de donde podría controlar. Y es muy interesante porque cuando antes yo decía estas cosas de trauma, de no sé qué, es bullshit, la gente no sabe, es que la gente tiene tiempo para tener eso. Porque yo en el barco no tengo tiempo para vivir eso porque siempre hay que sobrevivir, hay que hacer las cosas. Y cuando sucedió conmigo, fue un, ¿sabes? Ah, ok. Lo entiendo. Y entonces fue increíble. Una jornada. Aquí estoy todavía en ella, pero mucho, mucho mejor. Porque yo cuando fui a hacer la película del pingüino me tocó súper bien. Yo con estrés lido muy bien porque viene, resuelvo, vamos, pero el post estrés ahí es donde me derruba, ahí es donde me... y ahí viene la cosa de la respiración. Entonces digo, no, calma, vamos step by step y me recupero. Pero es muy, muy interesante. Fue la cosa de mi vida. Nunca tuve una gran crisis de vida, de edad, pero el trigger de casi morir y cómo afectó mi cerebro fue increíble porque eso nunca había pasado. Yo tuve muchas oportunidades de casi morir. Un buceo dentro de una cueva una vez, nos perdimos adentro y estaba listo. Tenía 30 minutos de vida. Y otros momentos, en carros y no sé qué, casi accidentes y haciendo cosas malucas. Yo hice skydiving, estos aviones acrobáticos, hizo todo que puedes imaginar, bungee jumping muchas veces. Entonces nunca tuve miedo de nada, mi cerebro estaba sólido para encarar lo que venía, pero este momento de casi morir abrió una ventanita y ahí se quedó y ahora es un trauma que trabajo hasta hoy. Si hoy en día tuvieras que decir con esto que traes de tu crianza, esa forma tan peculiar de vivir, de lo que has aprendido, tus experiencias, ¿cuáles dirías que son tus herramientas hoy por hoy para en este mundo, para en este trabajo, para en este arte que hemos escogido, para en esta forma de vivir que tenemos? Decir, estas son mis to-go, son las cosas que yo hago que sé que me mantienen mi salud mental óptima. Óptima. Óptima. Óptima. ¿Qué dirías tú que serían esas herramientas que tienes? La primera es la meditación. Eso revolucionó mi vida. Yo no puedo decir suficiente. Y no, como tengo una mente muy fértil, muy activa, la gente siempre decía tú no puedes pensar en nada. Y yo, no amigo, eso no funciona para mí. Yo siempre estoy pensando en algo. Entonces aprendí una forma que viene un poco de la meditación trascendental, que tienes una frase, un mantra que hago y la técnica que hago dice, si tu mente va, déjala que va y cuando sabes que está yendo, despacito, no la traiga hoy, despacito vuelve a tu mantra. Y eso fue una revolución en mi vida. Yo hago todos los días 15 minutos mínimo por la mañana y la noche y me centro. A la mañana es increíble porque me... Y vengo y tengo... Yo soy una persona muy optimista, siempre fui en mi vida. Se ve en mis películas también. Y es por eso que con la meditación puedo volver a tener mi centro. Y ahí encaro el día súper bien. La otra cosa son las relaciones. Entonces, mi hijo, mi pareja, esta gente para mí es muy importante. Y es muy interesante porque para mí eso se tornó tan importante en mi vida que cuando una relación ya no funciona y tentamos, las relaciones son difíciles, vamos y luchamos y tal, y no funciona por un año, dos años, tres años después, que ya estás ocho, siete años juntos, yo soy el primero a decir, bueno, tú no estás feliz, yo no estoy feliz, intentamos ser feliz y si no vamos a ser feliz, mejor que no estemos juntos. Y la gente dice, no, como es frío, ¿qué es eso? Yo digo, no, no, es que yo quiero ser feliz y quiero ver a la otra persona feliz. Y si hay un momento que llega e intentas, pero no llega a ser feliz, entonces esa es una otra regla que tengo en mi vida. Parece un poco, ¿cómo se dice?, egoísta, pero yo quiero estar feliz en mi vida. Porque si yo estoy feliz, mi hijo, toda la gente alrededor va a estar feliz conmigo. Esa es otra herramienta más dura, pero que siempre vivo, que es muy, muy verdadera. Y yo creo que la tercera que me mantiene sano es el trabajo que hago. Porque no hay rutina. Yo, por la manera que fui criado, si me queda una rutina, me vuelvo loco. De verdad. Una vez quedamos en Sao Paulo como tres meses, ok, haciendo guiones tal, pero era casa, trabajo, restaurante, no sé qué, papá, pero todo en este ambiente y al final decía, ¿qué pasa? Que estoy me volviendo loco. Yo necesito tener, soy un junkie de nuevas experiencias, de sitios, de gente. Por eso estoy tan contento de estar aquí en Bogotá, en Colombia por la primera vez y con la película. Por eso es que me encanta hacer películas, porque todo el año estás haciendo algo distinto, un nuevo sueño. Y entonces es otra herramienta para mí. Yo no puedo quedar haciendo una cosa sola. Yo tengo que hacer otras cosas. Entonces yo creo que estas tres herramientas para mí son hoy lo que me mantiene sano, con la mente fértil y verdadera y continuando a vivir los sueños. Y soy un soñador. Siempre fui. Aprendí con mis padres que soñaron a dar una vuelta al mundo en un velero, que todos decían que era imposible. Cuando la gente dice para mí, David, es imposible, yo digo, I'm sorry, estás hablando con la gente errada, con persona errada. Porque yo vi sueños suceder. En mi película Pequeño Segredo pasé eso. Era mi primera película de ficción, mi primera gran película de ficción. Y cuando la proyectamos en Berlín, mucha gente decía, esa es una película para el Oscar. Y yo decía, ¿qué tú crees? Y la gente empezó a decir eso y yo, guay, puede ser. Entonces cuando volvimos a Brasil, lo inscribimos para representar Brasil al Oscar, eran 120 películas hechas aquel año, y fue, bueno, desde las 120, 20, 15, y al final quedó entre dos películas, una nuestra y una otra, y fuimos nosotros los escogidos, y fuimos al Oscar, a representar Brasil al Oscar. Y entonces, ¿qué trayecto me hicieron? Me di decían, David, no, menos, es imposible estas cosas, no, no, no, es tu primera película, ¿cómo que te vas al Oscar con la primera película? Y yo decía, no, pero la gente está diciendo, bueno, yo creo en lo que hice. Entonces, muy bonito, creo que es una herramienta de ser muy siempre optimista, pero viene de la navegación, porque cuando ves una tormenta delante de tu barco, nuestro barco no puede desviar de tormentas, son grandes tormentas y el barco navega despacio entonces cuando ves la tormenta no quedas gritando, tormenta, que vamos a hacer no, no, vamos a prepararnos a enfrentar la tormenta, salir al otro lado con más experiencia, ojalá todo bien y vamos. Y es así que encara un poco la vida. Entonces hay que ser optimista. Hay tormentas en la vida todo el tiempo, pero hay que ser optimista, continuar el rumbo y tener la fuerza para eso. La gente que está a la vuelta de ti es muy importante y tú contigo mismo, claro, siempre. Comparador, muchas gracias. Gracias a ti. Gracias por tu tiempo. No, un placer. Y este fin de semana iremos a ver me llegó el pingüino así que seguiremos hablando vamos y bueno hasta hasta pronto hasta pronto y vamos en algún momento en una producción está juntos gracias gracias chicos gracias si te sientes abrumado o perdido en tu camino hacia el bienestar emocional o simplemente quieres trabajar en ti, en alcanzar tu mejor versión, tranquilo, no estás solo. Celia te conecta con más de 350 profesionales en salud mental y bienestar emocional que pueden guiarte y apoyarte en cada paso del camino. Además, te ofrece recursos gratuitos como meditaciones guiadas, ejercicios de respiración, diarios de emociones y mucho más. Visita celia.com o descárgate la app y encuentra el camino hacia una vida más feliz y conectada.